La estructura sobre la que se construye el trabajo no se sostiene únicamente en las ideas éticas sobre su humanización, ni se posa exclusivamente sobre el frío piso de las exigencias de la realidad productiva. Su forma y sentido han sido modelados y ordenados políticamente a través del derecho.
Desde esta perspectiva, es posible concebir el trabajo como mercancía, forma de resistencia y espacio de intervención jurídica. Estos elementos, lejos de excluirse, convergen para constituir una estructura en la que el derecho transforma el trabajo en un espacio útil para la producción y, al mismo tiempo, socialmente humanizado.
La expresión jurídica que adoptó esa pretensión de humanización, en el siglo XX, es una larga y meticulosa tradición constitucional del derecho del trabajo, cuya anatomía se ajusta al ritmo y las lógicas de la fábrica.
Este libro explica cómo dicha anatomía ha sido construida históricamente con un doble contenido de protección: por una parte, la del cuerpo y de la trayectoria del trabajador en el plano del intercambio de la relación laboral, y, por otro lado, la de su voz en la dimensión del poder.
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